viernes, 26 de septiembre de 2008

Contar y ser contado



El tiempo es algo que en mayor o menor grado, a todos nos preocupa y nos "ocupa".

¿Por qué nos preocupa el tiempo? porque siempre necesitamos más o menos tiempo. ¿Por qué nos ocupa el tiempo? porque siempre hemos de estar ocupados en algo. Hasta los que dicen "holgazanear" de vez en cuando, están ocupados en hacer algo. Parece un contra sentido, pero si lo piensas despacio, no lo es.

El reloj es el mejor aliado y el peor enemigo. No podemos pasar sin consultarlo de cuando en cuando, y el hecho de lanzarle una ojeada nos pone en alerta máxima, ¡qué tarde es! ¡cuánto falta todavía!, etc. Hay quien piensa (y también lo dice) que seríamos mucho más felices sin relojes, sin preocuparnos por la hora, haciendo caso únicamente, del reloj biológico. ¿Te imaginas una sociedad en la que cada persona siguiera su propio reloj biológico? sería un caos en el mejor de los casos, y ahí está lo malo (o lo bueno, según se mire). El reloj es como los políticos, sin ellos no podemos vivir y con ellos, tampoco. El reloj es como las normas, sin ellas no podemos vivir pero con ellas... En total, es un mal (o un bien) con el que no hay más remedio que convivir. Muchas son las cosas con las que tenemos que convivir, pero no tantas. Es cierto que nos creamos muchas necesidades, sin embargo, ¡cuántos hay que no tienen cubiertas sus necesidades más primarias! Así es la vida.
La moraleja podría ser: "Vive el ahora, no añores lo que no tienes, procura conservar lo que merece la pena, y deja que el futuro llegue poco a poco, ese futuro tan efímero que tan apenas llega, se torna en pasado"
¡Hasta la vista!





jueves, 25 de septiembre de 2008

Agua que no has de beber, déjala correr

El agua es vida (lo hemos oído muchas veces), porque sin ella el mundo tal y como lo conocemos se acabaría. Todo esto es cierto, sin embargo, el agua también es uno de los mejores remedios antiestrés. Lo único que me gustaba del mar, en aquellos veranos de hace unos cuantos años, era escuchar el romper de las olas en las rocas tras una tormenta. LLegaban con fuerza, se oía el choque y, lo mejor de todo, la retirada del agua hacia el mar para de nuevo volver con más fuerza, con más determinación. Era un sonido tranquilizador, relajante. No era la típica calma que sigue a la tormenta, sino un después que conservaba toda su fuerza e ímpetu, como no queriendo rendirse, como queriendo trasmitir un mensaje de vitalidad, algo así como: "La tormenta forma parte de mí, me uno a ella, pero no me ha hecho daño, al contrario, me hace más fuerte"
Dicen que las adversidades curten, fortalecen,... pero es muy difícil sentirlo cuando estás en medio. Saberlo una vez han pasado es relativamente sencillo, pero... ¿y cuándo estás tan metido en ellas que no puedes ver, oír ni sentir nada más que el sufrimiento? Eso es otro cantar. También dicen, qué bien se ven los toros tras la barrera, pero qué distinto es encontrarse frente a él sin el amparo de una simple barrera.
Las personas estamos demasiado acostumbradas a hablar de lo que no conocemos y, sin embargo, callamos cuando tenemos el conocimiento suficiente para hablar, para trasmitir, para comunicar. No me refiero a esa comunicación basada en el hecho de trasmitir un acontecimiento ajeno a uno mismo, NO, sino a expresar aquello que ya forma parte de uno mismo, que es, por consiguiente, él mismo. Ahí radica el temor a la comunicación, porque nos reflejamos a nosotros mismos, algo nuestro se plasma en el mensaje y nos descubrimos ante los demás, y eso, siempre es arriesgado.
Hasta mañana.

Siempre hacia lo más alto


Siempre me han impresionado los árboles. obsérvalos con atención: miran siempre hacia arriba, van buscando la luz, dan sombra, oxigenan el ambiente, otorgan colorido al paisaje, tienen imágenes curiosas y, en ocasiones, intrigantes.
Representan los anhelos e ideales, las ansias de superación. Nos hablan de optimismo, de avanzar. Están en continuo crecimiento.
Se dejan mecer suavemente por la brisa o se agitan violentamente por la fuerza del viento. Se doblan ante fuerzas mayores o se mantienen erguidos a pesar de las inclemencias. Despliegan sus ramas en todas las direcciones sin dar un solo paso. Pueden llegar a perder su belleza externa pero renacen con mayor esplendor si cabe. Sin embargo, también pueden llegar a caer y, de hecho, caen. Nada perdura para siempre, lo sabemos muy bien, pero sí podemos evitar que caigan prematuramente.
Dejemos a la naturaleza seguir su curso y que no se pueda decir que "aquí todo era bello hasta que llegaste tú"
Felices sueños

lunes, 22 de septiembre de 2008

Por algún sitio hay que empezar

¿Qué te sugiere la foto? Es un anochecer
o ¿quizás un amanecer?
Recuerdo una frase de "El Profeta" de Kalil Jibran en la que decía que si de noche lloras por el sol, las lágrimas te impedirán ver la luz de las estrellas.
Esta frase puede tener más de una lectura. Una hace referencia a la actitud de conformarse con lo que tienes, con lo que estás viviendo. Si ahora es de noche, toca disfrutar de las estrellas, ya llegará mañana y podrás gozar de la presencia del sol. Otra, en cambio, hace hincapie en una actitud pasiva de dejarse llevar y simplemente esperar lo que ha de venir sin necesidad de luchar por conseguirlo.
La ambigüedad está a la orden del día, aunque yo prefiero pensar, más bien, que cada persona tiene su peculiar forma de percibir lo que le rodea, de sentir, de expresarse. Mientras que para unos es un día que finaliza, para otros es el comienzo de un nuevo día lleno de posibilidades.
La noche es el final de una etapa, de un momento, paso previo al descanso. Invita a dormir, a desconectar, a pasar página. El día, a su vez, es el comienzo de algo, el punto de partida de una nueva etapa, donde tienen cabida los proyectos, el ajetreo, el movimiento. La noche es calma, el día es movimiento; la noche es descanso, el día es estar alerta; la noche es el preámbulo de la muerte, el día, al contrario, es el renacer.
No obstante, para algunos (o muchos) las cosas funcionan al revés. la noche es el inicio y el día la meta o fin de la etapa. A eso me refería cuando he dicho que la ambigüedad está a la orden del día. Nada es blanco o negro, no existe ninguna verdad universal, nada es bueno o malo en sí mismo, más bien todo depende del ojo del cristal con que se mira, todo, en definitiva, se reduce a la expresión de lo que uno es y siente, todo es subjetivo.
Todos tenemos claro lo que es una mesa, sin embargo, la forma cómo percibimos ese concepto es diferente para cada uno. Hay muchos elementos en común (elementos externos, visibles) pero no podemos saber cómo percibe la persona que tenemos al lado, lo mismo que estamos viendo, oyendo, gustando, oliendo o palpando los demás, nosostros mismos y quienquiera que se encuentre en ese instante en ese mismo sitio y esa misma situación.
El refranero encierra una gran sabiduría de la que podríamos llamar de "andar por casa" y acudiendo a él, nada más cierto que "Cada uno habla de la feria según le ha ido en ella".
Buenas noches.