¿Siempre hay tiempo para la esperanza?
"A veces la vida cuesta vivirla, y sin embargo, nada hay tan natural como vivir la vida". Esto le decía Juana a su hermana Isabel el jueves pasado. Hablaban de todo un poco y sin saber cómo se enzarzaron en una especie de diálogo filosófico casero (como le gusta llamarlo a Juana) y llegaron a un punto de no retorno. Difícil seguir la pista de cosas dichas o calladas, pensamientos expresados o guardados, de ideas compartidas y sentimientos que les habían llevado al punto de no retorno. ¿Y por qué de no retorno? Quizás porque ambas pintaban canas desde hacía algunos años, porque se quejaban de dolencias sin fin, porque el DNI no perdona,... o simplemente porque hay un momento en el que uno se da cuenta de que ya no hay vuelta atrás, de que lo hecho, como dice el refrán, hecho está para bien o para mal, porque hubo un tiempo en que las cosas no eran ni mejores ni peores, sólo eran distintas y ellas, Juana e Isabel, también era diferentes. Se negaban a reconocerlo, pero la verdad es que ya no eran las mismas de antaño, y no porque la apariencia física hubira sufrido los inevitables cambios mortales, sino porque las cosas vividas: hechos, alegrías, penas, sinsabores, altibajos, reconciliaciones, enfrentamientos, y un largo etcétera, las habían hecho ser como ahora eran.
¿Por qué reconocer que el inexorable paso del tiempo puede causarles tanta desazón? Es una pregunta para la que no querían tener respuesta, porque tenerla, lo que se dice tenerla, la tenían, pero eran más felices haciendo como que la desconocían, y no porque fueran ligeras de cascos, sino más bien, porque les dolía admitir lo que no fue y pudo haber sido. No se daban cuenta de que lo mejor podría estar por llegar, y eso es lo que importa. Pensar que lo mejor aún no ha llegado, el mejor momento aún no se ha vivido, la mayor alegría aún no se ha producido, el mejor recuerdo aún no existe. Dar tiempo para crear nuevos recuerdos y sentimientos nuevos, aunque viejos, que no por conocidos dejan de ser nuevos.
Isabel y Juana. Juana e Isabel. Dos almas gemelas, pero dos seres independientes. Mañana cuando se reunan a tomar el café en la cafetería de la esquina, volverán a conversar, intentarán arreglar el mundo, hablarán de Fulanita y Menganita, reirán, se emocionarán y sin darse cuenta, estarán creando momentos nuevos y nuevos recuerdos y nuevos sentimientos.
Siempre hay tiempo para la esperanza.