viernes, 31 de octubre de 2008

¿Brujas? ¡Brujas!... Brujas

Hermosas criaturas las brujas, siempre tan discretas, amables, educadas, tan oportunas, cariñosas, bienintencionadas, tan, tan... la lista de calificativos sería demasiado larga. La cuestión es que haberlas, "¡ay!las", y sino mira a tu alrededor, abundan como las moscas y al igual que ellas, están siempre dando la caña, allí donde algo huele a podrido siempre encontrarás alguna, y aunque no huela, también andarán revoloteando esperando el mínimo descuido para abalanzarse sobre... Bueno mejor dejarlo, está claro que no estoy hablando de las simpáticas criaturas que, como se muestra en la imagen, portan sombrero puntiagudo y montan en escobas.




Me estoy refiriendo, como ya habrás deducido (¿o no...?) a las brujas informáticas. Algunos las llaman duendes, pero de duendes nada de nada. Cuando menos te lo esperas, ¡chaf! se colapsa el ordenador y siempre cuando estás a punto de cerrar el archivo en el que has estado trabajando horas (o menos). Y no digamos de las brujas que purulan por la red, esas son las mejores, o te envían una remesa de virus que no hay antibiótico que los aniquile, o simplemente pierdes las conexión. En el primer caso y si estás de enhorabuena, haces un barrido (creo que la alusión a la escoba no es demasiado afortunada) y a limpiar pero... ¿y cuándo pierdes la conexión?, en este caso te armas de paciencia, llamas al servicio técnico y tras media hora de abrir, señalar, botón derecho, cerrrar ventanas, vuelta a abrir, mirar las lucecitas del router (que parece un semáforo sin control), vuelta a abrir, más botón secundario del ratón sobre un icono, en una pestaña, cerrar..., en resumen, tras media hora (en el mejor de los casos) de una actividad desenfrenada parece que todo vuelve a funcionar. Y allí está lo mejor de todo, "parece" porque a la mínima vuelta a empezar. Y el no va más es que cuando ya se te ha dormido el brazo de sujetar el teléfono y la oreja parece un tomate, te dicen como quien no quiere la cosa que cambies de antivirus, que aprendas a configurarlo o cualquier otra lindeza con toda la ¿educación? y ¿respeto? posible.

¡Las brujas! ¿qué haríamos sin ellas? Sólo por poner un ejemplo, este pequeño y sentido homenaje a las brujas ha tardado día y medio en salir a la luz, la explicación aparece unas líneas más arriba. A propósito, las brujas a las que me refería al principio no son las que vuelan por la red, a buen entendedor con pocas palabras basta.

Que las brujas os acompañen, las brujas buenas, ¡claro!













jueves, 30 de octubre de 2008

Oda a la máquina de escribir



¿Qué ha sido de las tan añoradas máquinas de escribir? Eran fascinantes: colocar el papel en el carro, girar el rodillo hasta alinear la hoja, establecer los márgenes con las patillas, y teclear, así de fácil. ¡Y hemos arrinconado tan maravilloso artilugio de escritura por un ordenador! La gente está loca, ¿no te parece?

Vayamos por partes. Antes te equivocabas al aporrerar una tecla (teniendo mucho cuidado de no encasquillar el dedo entre las teclas quedando dolorido y maltrecho) y no tenías más que dar al retroceso, luego la tecla de borrado (que casi siempre fallaba) y a continuación presionar la tecla adecuada, ¡nada más fácil!. Ahora hacemos lo mismo con los ordenadores, eso sí, el borrado es impecable, total una minucia de nada.

Antes sabías cuándo dar a la palanquita de avance de línea al sonido de un suave y familiar ¡clong!. Ahora en cambio, ni te enteras cuándo termina una línea y empieza la siguiente. ¡La máquina nos domina!

Antes tenías que machacar dos teclas a la vez para obtener las mayúsculas, ¡ah, las mayúsculas! era emocionante ver cómo se elevaba suavemente el carro y ¡oh milagro! se imprimía una mayúscula. Ahora..., ahora hacemos lo mismo, sólo que no se eleva el monitor, ¡cuánta emoción hemos perdido!

Antes tenías que seguir todo un ritual cada vez que llegabas al final de una hoja (en muchas ocasiones tal ritual comenzaba cuando te percatabas de que estabas escribiendo encima del rodillo, ¡minucias!), pues eso, cuando llegabas al final de una hoja, tenías el enorme placer de sentir el suave tacto del papel entre tus manos, la obra recién salida del horno, asistías al momento de alumbrar una nueva hoja impecable, (cierto que había muchos abortos, pero uno no se amilanaba por eso, total solo era cuestión de volver a empezar desde el principio, todo un gran acontecimiento). Ahora..., ahora más de lo mismo pero con la impresora, ¡pues sí que hemos avanzado!.

En definitiva ¿por qué no desenpolvar este magnífico instrumento que tantas obras magistrales ha gestado en manos tan diversas? ¿Quién ha dicho que lo antiguo no vale, que lo nuevo es mejor? ¡Ánimo, rescatemos la máquina de escribir!. Pero..., eso es lo que ocurre siempre, que hay un pero, no obstante la máquina de escribir ha sido y seguirá siendo un ¿objeto? que no debería faltar en los hogares, como una conciencia silenciosa que nos haga recordar que todo es importante, pues sin ella no existirían hoy los ¿necesarios? ordenadores.

Nota: estoy a favor del avance, de utilizar las nuevas tecnologías, pero no voy a permitir que ellas me dominen, yo las uso, no son ellas las que me utilizan, porque en definitiva es una persona la que se pone al teclado y frente al monitor, y las palabras surgen de ella hablando de uno mismo aunque no sea consciente de ello.

Hasta la próxima.

miércoles, 29 de octubre de 2008

¿Sólo nubes?



Seguro que en más de una ocasión te habrás entretenido mirando las curiosas formas de las nubes. Lo más chocante y sin embargo normal, es que cada uno ve una cosa diferente. Lo que para una persona es un ave, para otra es un pastel, o lo que para una persona representa esperanza para otra significa desconsuelo.

Dime, ¿Qué ves en estas nubes? No deja de ser una pregunta trivial y para algunos insulsa e inútil. No obstante, es una forma de comunicarnos a un nivel aparentemente superficial y sin embargo, profundo.

Una mujer que sostiene en brazos a un niño, una pareja muy acaramelada, unos ojos inquisidores, etc. Lo importante no es lo que uno ve, sino cómo lo ve y cómo lo transmite y en este punto las palabras se quedan vacías, diríase que la mejor manera de decirlo es callando.

Cuando oigo a alguien disertar largo y tendido sobre cualquier tema, me echo a temblar y tengo la tentación de pensar que si tantas son las palabras que necesita utilizar, es porque en realidad es bien poco lo que sabe o sabe tanto que le resulta imposible encasillar su saber en una herramienta tal como las palabras. Qué ocurre cuando pretendemos hablar sobre el amor, la amistad, el dolor, la esperanza, ... ocurre que no llegamos a trasmitir lo que en realidad sentimos y en esos casos tal vez sea más útil dejarnos mirar que hablar, y allí es dónde ponemos el cartel de "CERRADO".

Observa el cielo durante un minuto y dime qué ves, si te atreves.

viernes, 17 de octubre de 2008

Nunca llueve a gusto de todos

Seguro que en alguna ocasión
también tú habrás usado esta expresión. "Nunca llueve a gusto de todos". Y seguro que también la habrás escuchado en más de una ocasión. La cuestión que se plantea es el significado que tiene, o mejor dicho, qué es lo que se pretende comunicar.
Una de las causas o quizás "la causa" de que nos entendamos, resida en el hecho de asignar o atribuir distintos significados a las mismas palabras, o dicho de otra manera, olvidar que escuchar a quien nos habla entraña el mirarle a los ojos, en prestar atención a sus gestos y movimientos, en definitiva, a toda su persona. Parece que hemos olvidamos (tú, yo y muchos otros), que la expresión oral es tan sólo una parte del mensaje y razón no le falta (en parte) al que acuñó aquello de que "Más vale una imagen que mil palabras", aunque una imagen sin palabras también cojea a la hora de trasmitir cualquier mensaje, tal vez por aquello de que "Cada cual cuenta la feria según le ha ido en ella" o porque "todo depende del color del cristal con que se mira".
Una imagen, la feria, el cristal, la lluvia, ... todo ello habla de subjetividad, y el que diga que puede ser objetivo en algo está muy equivocado. Queramos o no todos quedamos reflejados en lo que decimos o callamos, en lo que mostramos u ocultamos, en lo que hacemos o dejamos de hacer. Y del mismo modo, también hay de algo de uno mismo cuando escuchamos, vemos, tocamos,... cuando entramos en contacto con el entorno y todo lo que en él aparece y sucede.

Con mis mejores deseos te regalo una lluvia, te ofrezco una imagen, te invita a una feria, te dejo un cristal...



viernes, 10 de octubre de 2008

Si dicen que digan


Dicen que no dicen nada, y "si dicen, que dizan, mientras no hazan". Esto lo decía una persona que de tonta no tenía un pelo (aunque ni siquiera sabía sabía leer y escribir), y es que la sabiduría no radica sólo en la alfabetización. Hay un saber que no lo enseñan los libros, sino la vida. Otra de sus perlas es la siguiente: "¿Ir, p'a qué?, pa dir y golver mejor no dir" Y no le faltaba razón: para ir y volver, mejor no ir.


El hombre ha pisado la Luna, de acuerdo, pero ¿tiene los pies en la tierra? ¡Cuántos hay que no pisan tierra! Los motivos pueden ser muy variados, veamos: en primer lugar están los que no ven aunque miren; en segundo lugar, los que no oyen a pesar de tener un oído muy fino; en tercer lugar, los que no dicen nada aunque no paren de hablar; en cuarto lugar, los que no sienten aunque puedan gritar de dolor o reír; y en quinto lugar, los que no huelen a nada a pesar de su afán por olfatearlo todo.


Junto a este grupo, aparecen los que pisan firme, los que tienen los pies en la tierra, a saber: en primer lugar, los que ven aunque no miren; en segundo lugar, los que oyen a pesar de tener mal oído; en tercer lugar, los que dicen mucho sin pronunciar apenas palabras; en cuarto lugar, los que sienten aunque ni gritan ni ríen; y en quinto lugar, los que huelen a pesar de su mal olfato.


¿Un juego de palabras? Tal vez.

¿Qué veo? Tal vez lo que tú ves o lo que tú nunca podrás ver. Sólo saldremos de dudas cuando nos comuniquemos.

¿Qué oigo? Sólo yo lo sé. Cuando te lo diga, tú también lo sabrás.

¿Qué digo? Tal vez lo que lo que tú ya sabes, pero sólo tal vez.

¿Qué siento? No puedo explicarlo con palabras, sin embargo, puedes llegar a comprenderlo.

¿Qué huelo? ... todo de lo que no soy consciente, lo mismo que tú.

Te propongo un reto: Juguemos a comunicarnos.
Feliz semana.