sábado, 15 de noviembre de 2008

El dique seco


Ha sonado el despertador, y aunque llevaba un buen rato con los ojos como platos, se levanta de mala uva, y es que a la vejez, se acorta el dormir y se alarga el gruñir. El desayuno está preparado en la mesa que ocupa un rincón de la vieja cocina. Lo mira de reojo preguntándose qué nuevas le traerá el día recién nacido. En la mesa un tazón de leche y un pedazo de torta. Se sienta con resignación mientras murmura para sus adentros, "qué le vamos a hacer, a falta de pan, buenas son tortas". No se le escapa a la vista el puchero en el que ya empieza a borbotear lo que será la comida. No está mal, un poco pronto tal vez, pero mejor antes que después. Delante del tazón encuentra, como todos los días, el periódico local. Alcanza a ver el titular de la primera página y decide dejarlo para más tarde, cuando con la ayuda de sus gafas pueda sumergirse en el mar de palabras. Total, se dice resignado, traerá lo mismo de todos los días.


Concluído el desayuno y el periódico ya deshecho descansa en el montón del papel deshauciado, coge su gorra y su bastón y con un andar pausado inicia su paseo, el mismo recorrido de todos los días. La calle, aún desierta, espera el momento del trajín, del bullicio, de la rutina. Llega a la plaza y se saluda con un par de paisanos, no hace falta abrir la boca, un simple movimiento de cabeza es suficiente, se conocen de toda la vida. Pero hoy no se detiene a charlar con ellos, sigue adelante, ajeno al requerimiento de aquéllos. No hay palabras, no hay explicación alguna y aunque ellos la esperan, él sigue adelante haciendo caso omiso de cuanto le rodea.


Hoy a comenzado como un día más, ha seguido su rutina sin salirse ni un ápice, pero por algún motivo hoy no es igual que todos los ayeres que tiene en su haber. Hoy sigue caminando, un paso tras otro, temeroso de olvidar cómo se hace si llegara a detenerse. No obstante no es el olvido lo que le preocupa, en realidad no piensa en nada, solo camina, ni siquiera se fija en el viejo roble que ha conocido igual desde niño, ni siquiera percibe la brisa de la mañana cálida y suave, solo camina y los pies le llevan hasta su pequeño huerto, ese pedazo de tierra que ha trabajado con ahínco durante años, tantos que ya ni los puede recordar. Una rama del peral se ha partido y yace inerte sobre la tierra, tal vez la tormenta de anoche ha querido dejar su huella en esa rama que ya no producirá frutos. Sigue caminando. Su huerto ha quedado atrás, también sus amigos han quedado atrás, y su casa, su pueblo, su vida, todo queda atrás. Sigue caminando y camina solo, sabe que para ese recorrido no hay compañía, es su camino. Hoy le ha tocado a él emprenderlo, muchos le han precedido y otros muchos lo andarán después, paso a paso, en silencio, en soledad.


Ya se encuentra muy lejos, pero no importa, no le preocupa lo que va dejando tras de sí, ni siquiera piensa en ello, tan solo camina. Sin un adiós, no hace falta, sin una palabra, no hacen falta, sin echar la vista atrás, únicamente importa el camino, importa seguir caminando. A cada paso se ha ido despojando de lo que le ataba a la tierra, hasta la tierra misma ha quedado atrás, no la necesita para seguir adelante, diríase que flota, ha dejado toda atadura. Y en su mirada se dibuja una sonrisa.


6 comentarios:

Anónimo dijo...

Espero no haberte hecho recordar pensamientos tristes con mi historia. Muchas gracias por volver a visitarme. Pero eso sí, a ver si pones tus blogs en tu perfil, pues no los tienes puestos y eso me hace difícil encontrarte. Je, je, je.
Todos alguna vez estamos en el dique seco. Es ley de vida.
Feliz fin de semana, amiga. Cuídate.

Juan Escribano Valero dijo...

Hola Nuria: Tu relato me ha entristecido un poco, yo que ya tengo mucha juventud acumulada no me he encontrado solo nunca, ahora he tenido una pequeña enfermedad que me ha obligado a meterme en la cama y, te digo que casi me ha gustado por sentirme tan bien cuidado, tanto por mi mujer como por mis hijos, pienso que cuando hay amor nunca se esta solo, Dios siempre estará con tigo pues Él es la fuente del amor.
Estoy seguro que tu con tu hija tampoco te sentirás sola, y si alguna vez te sientes triste visita a la Pilarica y de paso le das mis recuerdos, le dices que yo la quiero mucho.
Con respetuoso cariño iun fuerte abrazo

Pedro Pablo Pérez S dijo...

Gracias Nuria por tu mensaje en mi blog oficial

caminosdeldia.blogspot.com

Para mi, un placer haber llegado a tu espacio. Luego, te leiré con mayor tiempo.

Un abrazo.

Pedro Pablo Pérez

unjubilado dijo...

Este relato me ha emocionado ya que tengo a un familiar en cama, cuando le preguntamos que que tal está, casi no nos contesta, pero en ocasiones nos dice "Estoy jodido", los recuerdos le van abandonando, no puede caminar, no sabe que en los pies no lleva botas sino unas vendas para tratar de curarle las llagas...
Un abrazo.

Pedro J. Sabalete Gil dijo...

Muy bien descrita la decrepitud de la ancianidad a la que todos llegaremos. Destaco esa pincelada optimista de la sonrisa al final, la que aflora cuando se sabe realizado un trabajo bien hecho.

Muy bueno, gracias.


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Saludos, Goathe.

Trini Reina dijo...

Un camino que hemos de recorrer todos y en el que algunos piensan se van a eternizar, como si eso fuese posible. La vida te empuja y empuja, hasta la meta...

Muy bella estampa.
Me gusta tu prosa.

Un abrazo y gracias por tu visita y tus palabras.

Trini
http://poemasdeshanna.blogia.com