"Ay si tú me quisieras lo mismo que yo, pero somos marionetas bailando sin fin, en la cuerda del amor". Así era el estribillo de aquella canción eurovisiva del año 1967 que interpretó Sandie Shaw. Más tarde esta canción tuvo su réplica con un lenguaje más... de otra forma. Decía así: "Ay si tu m'adoraras lo mesmo que o, pero semos moñaquicos danzando sin fin, en la soga del querer".
Pero dejemos la música a un lado, lo que hoy me interesan son las marionetas. ¿Cuántas marionetas conoces? Antes de contestar repasemos las características que las distinguen:
1º) Carecen de vida propia
2º) Se mueven gracias a los hilos
3º) Necesitan una mano que mueva estos hilos
4º) Su armazón es de madera o de trapo
5º) El revestimiento está hecho de trozos de realidad
6º) Cuando tienes una cerca no puede reprimir el impulso de manejarla a tu antojo
7º) Las hay de todos los tamaños, formas y colores
8º) Cuando están viejas se las arrincona
9º) Salvo en los momentos que actuan, son objeto de lástima
10º) Duermen en el olvido
Ahora ya puedes responder a la pregunta: "¿Cuántas marionetas conoces?" Más de las que pensamos. Hay marionetas en la pareja y en la familia, en el colegio y el trabajo, entre los amigos, en la Iglesia y en el Congreso de los Diputados, salen en televisión, van de copas, conducen bólidos o utilitarios... Es fácil reconocerlas a pesar de la invisibilidad de los hilos. Tampoco es necesario que busques fuera, tal vez tú mismo, en alguna ocasión, hayas ejercido de marioneta. Yo me confieso, lo he sido y he manejado alguna, sin embargo, ahora reconozco los síntomas y puedo evitar ser una marioneta y lo que también es muy importante, puedo darme cuenta de cuando estoy a punto de manejar los hilos de alguna marioneta cercana.
Dí que no, no al marionetismos. No a la carencia de vida propia, no al revestimiento de trozos de realidad, no al armazón ni a los hilos, no a dormir en el olvido. Dí sí a vivir, sí a existir, sí a la autonomía, sí a la variedad, sí a dormir en el recuerdo.
Y tú, ¿qué dices?
3 comentarios:
Yo tenía una marioneta movil, colgada del techo de mi habitación. La encontré en los antiguos almaneces de Galerías Preciados y me encandilé de ella.Era un Charles Chaplin enorme. Cada vez que pasaba a su lado, se movía, pero no decía nada, permanecía suspendida del mismo techo, mirando las mismas cosas, en la misma posición, salvo cuando alguien al pasar, la zarandeaba. Y ese vaivén le daba la única vida de la que podía disponer. Yo pasaba muchos ratos mirando mi marioneta, que me parecía preciosa, sin darme cuenta de que ella no quería ser marioneta.....
Yo mismo soy una marioneta hoy día. Manejado a su antojo por el destino cruel. Espero recuperar el control de mis hilos muy pronto. Un texto singular.
Me alegro de que te gustara mi historia, niña. Un beso muy grande.
Efectivamente yo he sido marioneta en alguna ocasión, he dejado que me manejaran a su antojo, en ocasiones en la familia, en el trabajo... en este último hasta que he dicho basta y me he enemistado con algún jefe.
He ojeado tu blog, es precioso, quizás en el correo...
Saludos
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