jueves, 20 de noviembre de 2008

Un pinar, una calle, un día


Al abrir las ventanas de mi hogar puedo disfrutar de la naturaleza, es una suerte tener delante de casa un bonito pinar. El día está soleado aunque la neblina esté presente y dejo entrar la calidez del sol. Oigo, a lo lejos, el trajín de los coches, no es excesivo, por lo que lejos de molestarme me recuerdan que ahí fuera hay vida. Ningún establecimiento comercial ha querido ocupar un hueco en mi calle, de modo que la gente que camina por ella, pasea sin prisas, empapándose del sol que tan agradable resulta en invierno.


Cuándo llega la noche se convierte en una calle oscura y solitaria, que invita a guarecerse en casa, al calor del hogar. Tanto mi hija como yo nos dedicamos al estudio, ella con su recién estrenada carrera de Historia y yo con mis matemáticas intentando hacerlas un poco más sencillas y comprensibles. No me puedo quejar, aunque mi trabajo es eventual y no me permite hacer planes, por lo menos trabajo en lo que me gusta.


La mañana la dedico a visitar a mis amigos bloggeros y otros nuevos que poco a poco voy descubriendo, escribo en el mío, y trabajo en mi proyecto. Tal vez no sirva para nada, pero siento fascinación por los números primos y desde hace varios años estoy inmersa en un estudio sobre ellos. Estas dos ocupaciones, más bien hobbis, hacen que la mañana trascurra tranquila. Algunos días salgo a dar un corto paseo, siempre que la salud me lo permita. Resulta extraño que una persona andarina, como lo he sido siempre, ahora se tenga que conformar con mucho menos. Pero es lo que hay y no puedo hacer nada por ignorarlo.

Al final de la jornada siempre leo un poco, y aprovecho para ver la tele, aunque la mayoría de las veces la tenga como música de fondo. Y cuando los párpados empiezan a pesar, y las líneas del libro empiezan a bailar, cierro el libro, apago la tele, echo la llave a la puerta y... la noche dará paso a un nuevo día.

No obstante, no hay dos días iguales, siempre se añade algo nuevo a la rutina, a mi rutina: una llamada telefónica, una visita, un problema que surge, y lo mejor de todo, las chácharas que montamos mano a mano, mi hija y yo, todos los días tenemos algo con lo que reir, algo que comentar, algo que comunicar y compartir.

Un día, no uno de tantos, sino el día de hoy; no uno especial, sino el día de hoy; no uno cualquiera, sino el día de hoy.


Feliz día.

4 comentarios:

Pedro Pablo Pérez S dijo...

Gracias Nuria por tu visita, que me trajo a éste andar de pinares que provocó una envidia sana de recorrer por tus caminos.

Un abrazo

Pedro J. Sabalete Gil dijo...

A mi también me fascinan la soledad de los números primos.

Hay enormes bitácoras por ahí. El tiempo es lo que peor se lleva.

El pinar es precioso, nosotros tenemos otro enfrente pero está peor cuidado.

Saludos.

Sofía Campo Diví dijo...

Todo lo que sean pinos, bienvenido sea. Siempre será mejor ver pinos, que los ladrillos de la casa de enfrente. A ver cuando publicas otro post, que ya llevas cuatro días sin novedades. Besicos

Juan Escribano Valero dijo...

Hola Nuria: que suerte la tuya con ese pinar que tienes delante, a mi me gusta mucho el contacto directo con la naturaleza y de hecho procuro disfrutar de ella todo lo que puedo.
Gracias por aproximar a nosotros tanta belleza.
Un fuerte abrazo